Testimonio sobre la JMJ 2013 en Río de Janeiro

Pescadores de hombres en el S. XXI

Poder disfrutar de las JMJ en un país como Brasil ha sido todo un lujo y un regalazo del Señor. Nos gustaría compartir con vosotros todo lo vivido pero son tantísimas cosas que podríamos escribir varios libros contando todo lo que hemos recibido.

Partimos hacia Brasil junto con un grupo de 20 de jóvenes de la Renovación Carismática Católica que nos dio la oportunidad de disfrutar de la experiencia de Cristo vivo y resucitado. Allí tuvimos la suerte de poder ser acogidos durante la semana misionera en las casas de algunos jóvenes que conocimos en la JMJ de Madrid y que nos hicieron sentir como si fuéramos parte de su propia familia. Pudimos compartir con ellos su cultura, su grupo de oración e incluso hacer con ellos una experiencia de misión por las casas. Ellos nos enseñaron a visitar las casas del pueblo anunciando a todo el mundo el amor de Dios, a la vez que pedíamos alimentos para donar a varias instituciones de caridad. Las familias se volcaban dándonos lo que tenían y los que no podían darnos nada nos pedían que rezáramos con ellos… sin duda, pudimos experimentar cómo el amor de Dios se derramaba en sus casas.

Pasada la semana misionera (y tras visitar el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida y la comunidad carismática de Cançao Nova) nos dirigimos a Lorena (Sao Paulo), donde con jóvenes de los cinco continentes participamos en el festival internacional de la Juventud de la Renovación Carismática Católica. Allí compartimos momentos de oración, de alabanza, de predicación, de testimonios y se nos exhortó a ser «centinelas del mañana», jóvenes a los que el Señor da un nuevo nombre y una nueva misión: estar siempre atentos y vigilantes para anunciar en todo momento y lugar que Jesús ha resucitado. Después de estos dos encuentros llegó el momento que llevábamos 2 años esperando: ¡arrancaba la JMJ propiamente dicha! Rio de Janeiro nos acogió con lluvia y frío, pero eso no apagó nuestro entusiasmo. Al principio hubo cosas que no fueron fáciles: dificultades en el alojamiento, transporte, comida y especialmente la distancia entre los actos centrales y nuestra casa (que era de más de tres horas). Pero, una vez más, Dios se hizo presente y su Providencia llegó a nosotros a través de la comunidad carismática del Buen Pastor y del padre Lázaro de la parroquia de Nuestra Señora de Copacabana que nos ofrecieron facilidades para todo: nos acogieron como si fuésemos su familia y nos ofrecieron alojamiento en la misma zona de la playa de Copacabana donde se celebraban los actos centrales. Incluso nos ofrecieron su capilla para tener nuestra Eucaristía y los momentos de oración. Pudimos experimentar que, vayas donde vayas en cualquier parte del mundo, Dios es Padre y que, donde hay Iglesia, hay familia. Esto ha sido una gran enseñanza para nosotros: aprender a confiar en Dios en nuestro día a día y a pesar de las dificultades.

Pisar la arena de Copacabana para la Misa inaugural fue realmente emocionante. Descubrimos una Iglesia joven que nos hizo experimentar que la juventud y la alegría no son incompatibles con la Liturgia. Las primeras palabras del Papa fueron de aliento: vuestra fe es más fuerte que el viento y la lluvia. Poco a poco estas palabras se fueron haciendo realidad en nuestras vidas. Bajo el cielo de Río de Janeiro, sentados en la arena de la playa junto al océano Atlántico, la voz del Papa Francisco se convirtió en la voz del mismo Jesús que nos decía: «Id y haced discípulos a todas las naciones». Sin duda en aquél momento el pasaje bíblico se volvía actual 2000 años después y nuestro corazón vibraba al escuchar la llamada del Señor que nos invitaba a millones de jóvenes a ser pescadores de hombres en el S. XXI.

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