“Que la parroquia resplandezca por el amor y la unidad”

Éste fue el llamamiento que hizo Mons. Abilio Martínez Varea en la homilía que pronunció en la fiesta de la Virgen del Carmen en la Villa episcopal. La jornada del domingo 16 de julio quedará en la memoria de los burgenses pues, en esta fecha, se ha hecho efectivo el cambio de la sede de la parroquia de El Burgo de Osma desde la S. I. Catedral a la iglesia del Carmen. En este templo, pasados unos minutos de las ocho de la tarde, el Obispo presidía la Santa Misa con la asistencia de una docena de presbíteros (entre ellos algunos de los anteriores párrocos de la Villa), cientos de fieles, los Hermanos mayores de la cofradía, autoridades civiles y militares, la reina y damas de fiestas, y de los niños de primera comunión, entre otros.

En su homilía, Mons. Martínez Varea recordó que “una parroquia que está viva siente como un deber sagrado el deber de evangelizar […] examinemos nuestra vida y nuestro comportamiento ante la urgencia de evangelizar […]; con estilo audaz, descifremos los nuevos escenarios sociales y transformémoslos en lugares de testimonio y de anuncio del Evangelio”. “Llevemos a los hombres al encuentro de Cristo, Palabra definitiva de Dios, hecho hombre […] pero fruto de una intensa vida de oración para no convertir la evangelización en una mera trasmisión de ideas”, afirmó el Obispo.

Así mismo pidió a la comunidad parroquial de El Burgo un fuerte testimonio de vida comunitaria: “Sed una parroquia que resplandece por el amor y la unión. ¡La comunión eclesial es imprescindible para la parroquia! La parroquia es la casa de todos y es cosa de todos. Al frente de esta casa común están los párrocos; dejaos conducir por ellos. Los presbíteros no lo son todo pero son los guías de la comunidad que desde el servicio construyen la Iglesia”; “la parroquia se debe cuestionar si de verdad es misionera, servidora de los más pobres; si vive la unidad en la pluralidad de carismas y, sobre todo, cómo festeja en sus celebraciones aquello que piensa y vive; esto es lo que hará que nuestras parroquias sean comunidades más creíbles”, concluyó, «en contacto con los hogares y con la vida del pueblo» y evitando que se conviertan «en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos» (EG 28)”.

Al término de la Santa Misa comenzó la procesión por las calles de la Villa episcopal con la imagen de la Virgen del Carmen; al llegar a la S. I. Catedral, dentro del templo, uno de los párrocos dio lectura al Decreto episcopal por el que se ordena el cambio de sede de la parroquia y los niños de primera comunión así como sus catequistas hicieron una ofrenda floral a la Virgen. Tras recoger los Santos Óleos y los Libros parroquiales continuó la procesión hasta la iglesia del Carmen donde, para finalizar, se cantó la Salve.

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