Multitudinario acontecimiento familiar en Derroñadas

Que una familia compuesta por miembros localizados y esparcidos por múltiples lugares de España, Argentina y resto del mundo haya reunido este 16 de agosto a más de quinientos de ellos, en el lugar de origen de los bisabuelos, Derroñadas (El Royo), es de gran significado y da que pensar. ¿Cómo es posible?

Dos realidades pueden orientarnos: el buen hacer familiar de aquellos que cruzaron el charco, con una educación fuerte y firme de sus hijos, manteniendo las iniciales raíces cristianas que heredaron de sus padres que supieron trasmitir a las siguientes generaciones y el esfuerzo que, a lo largo del tiempo, sus descendientes (cinco generaciones) han venido realizando en el sostenimiento de aquella tarea inicial y no sin dificultades: «nuestro trabajo nos cuesta» como gustaba decir a nuestra querida tía Mercedes.

La unión y la estabilidad familiar, la fe católica ejercida de manera concreta, arraigada y mantenida, el amor a la tierra, el deseo de pasar el máximo tiempo posible en el pueblo, con la construcción de su propia casa, acogiendo a los nuevos miembros, teniendo encuentros coyunturales o permanentes, respetando diversas sensibilidades y planteamientos, etc. son hechos que manifiestan la permanente y denodada atención que han ido construyendo la familia que permanece hasta hoy.

De la ejemplar labor social llevada a cabo por nuestros antepasados son testigos, en el campo de la enseñanza y la atención a los ancianos, la construcción de un colegio de chicos en El Royo y otro para chicas compartido con asilo en Derroñadas; la contribución en la instauración de los PP. Franciscanos en Soria y otras ayudas más sobre las que no podemos extendernos. Todo ello nos han ido mostrando lo que es la gratuidad y el compromiso cristiano.

Que la Santa Misa con la que se inauguró este encuentro, con cinco familiares sacerdotes concelebrando y en un templo abarrotado sin capacidad suficiente para acoger a la totalidad de los asistentes, fuera el principal y el más emotivo de sus actos indica el grado de nuestro sentir sobre la opción cristiana de la vida y apunta con claridad que, en este reducto familiar, hoy se sigue apostando por la fe que nos legaron nuestros mayores.

Al finalizar el encuentro, pequeños y mayores expresaron sus cualidades a través de bailes, chistes y juegos diversos que contribuyeron a la alegría y a la comunicación gozosa que estuvo presente en toda la jornada. Recibimos igualmente alguna comunicación sentida e iluminadora de una monja carmelita de las primeras generaciones.

Éstas son algunas de nuestras singularidades: una familia que emprendió su andadura hace 120 años con unos protagonistas principales (Hermenegildo García y Cándida Verde) y otros secundarios, 1094 descendientes directos suyos que han querido con esta 2ª Garciada recordarles con enorme agradecimiento.

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