Durante el mes de septiembre y hasta la fiesta de San Francisco de Asís, que se celebró el día 4 de octubre, se celebró el periodo ecuménico llamado “Tiempo de la Creación”. El tema de este año ha sido “Que la justicia y la paz fluyan”, inspirado en Amós: «Que el derecho corra como el agua y la justicia como un torrente inagotable» (5,24).
El Papa Francisco explicaba el tema elegido con la siguiente reflexión: “Esta expresiva imagen de Amós nos dice lo que Dios desea. Dios quiere que reine la justicia, que es esencial para nuestra vida de hijos a imagen de Dios, como el agua lo es para nuestra supervivencia física. […] Dios quiere que cada uno busque ser justo en cada situación; se esfuerce siempre en vivir según sus leyes y, por tanto, en hacer posible que la vida florezca en plenitud. Cuando buscamos ante todo el reino de Dios (cf. Mt 6,33), manteniendo una justa relación con Dios, la humanidad y la naturaleza, entonces la justicia y la paz pueden fluir, como una corriente inagotable de agua pura, nutriendo a la humanidad y a todas las criaturas. […] Vemos los efectos de esta guerra (contra la creación) en los muchos ríos que se están secando. […] Horribles carestías de agua afligen cada vez más a nuestras casas, desde las pequeñas comunidades rurales hasta las grandes metrópolis. Además, industrias depredadoras están consumiendo y contaminando nuestras fuentes de agua potable con prácticas extremas […] La “Hermana agua”, como la llama san Francisco, es saqueada y transformada en «mercancía que se regula por las leyes del mercado» (Carta enc. Laudato si’, 30). […] Como una cuenca fluvial con sus muchos afluentes grandes y pequeños, la Iglesia es una comunión de innumerables Iglesias locales, comunidades religiosas y asociaciones que se alimentan de la misma agua. Cada manantial añade su contribución única e insustituible, para que todas confluyan en el vasto océano del amor misericordioso de Dios. Como un río es fuente de vida para el ambiente que lo circunda, así nuestra Iglesia sinodal debe ser fuente de vida para la casa común y para todos aquellos que la habitan. Y como un río da vida a toda clase de especies animales y vegetales, también una Iglesia sinodal debe dar vida sembrando justicia y paz en cualquier lugar a donde llegue.”