Tiempo de Adviento

“El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros” (Benedicto XVI).

El pasado 29 de noviembre comenzábamos el tiempo de Adviento, un tiempo santo que comprende los cuatro domingos previos a la Navidad. Es un tiempo de preparación espiritual ante el nacimiento de Jesús, la llegada del Salvador (Adviento, del latín ‘adventum’, que significa ‘llegada’). Un tiempo para la reflexión, penitencia y oración en la espera, tiempo también de alegría y esperanza, con el que comenzamos en la Iglesia el año litúrgico.

Un símbolo del Adviento es la corona de Adviento, un elemento que surgió en la Edad Media y cuyo origen es una tradición pagana europea que consistía en encender velas durante el invierno para pedir el regreso de la luz y el calor. Los primeros misioneros utilizaron esta tradición para evangelizar aprovechándola como medio para esperar a Cristo, celebrar su nacimiento y pedirle que infundiera su luz en sus almas.

Se trata de una corona de ramas, de pino o abeto, con cuatro velas, tres de color morado y una de color rosa. La primera vela es encendida en el primer domingo de Adviento y las demás durante los domingos siguientes. Encierra un bello simbolismo:

  • Su forma circular es signo del amor de Dios: Dios no tiene ni principio ni fin, es eterno.
  • Las ramas verdes representan a Cristo vivo. El color verde está asociado con la vida y la esperanza.
  • El color morado de tres de las velas corresponde al espíritu de vigilia, penitencia y sacrificio; la vela de color rosa es signo de la alegría que sentimos ante la cercanía del nacimiento del Señor y se enciende en el tercer domingo de Adviento, también llamado domingo Gaudette (o ‘domingo de la alegría’).
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