Presentación en Soria de nuestro obispo D. Gerardo Melgar Viciosa

Las campanas de la Concatedral de San Pedro convocaban jubilosas en la tarde tormentosa y de paraguas, del sábado, 12 de julio de 2008, a recibir y acompañar al nuevo obispo de Osma-Soria, Don Gerardo Melgar Viciosa, que hacía su presentación oficial en la capital soriana. En la puerta de entrada le acogían los miembros del Cabildo, quienes previamente habían recibido a las autoridades asistentes al acto en un gesto que les honra y nos honra a los sorianos.

Dentro del templo esperaban centenares de personas y alrededor de cuarenta sacerdotes que concelebrarían la Eucaristía con su obispo. Aunque la asistencia fue multitudinaria, aún quedaron sillas vacías, que podían haber sido ocupadas por tantos jóvenes que «pasaron» de asistir al acto. Destacaban, sin embargo, las personas de provecta edad.

«Soria os acoge con alegría y esperanza» eran las palabras de bienvenida que el abad del Cabildo, Don Carmelo Enciso Herrero dirigía al obispo Don Gerardo. Hizo alusión a la que es Concateral desde hace medio siglo y que fuera Colegiata desde el siglo XII, y una petición abierta y razonada para que el obispo trasladara su sede residencial a Soria.

MENSAJE DEL NUEVO OBISPO

En la homilía sobre la parábola del Sembrador manifestó el obispo, Don Gerardo, su mensaje de gratitud por el recibimiento de Soria «con el corazón abierto». «Quiero ser el obispo de todos, abierto a vuestra colaboración y vuestras propuestas». «Formamos juntos una familia». «Siempre estaré al lado de todos, tanto en los momentos buenos como en os malos». «Cuento con todos vosotros». A la luz de la parábola del Sembrador, repasó diferentes actitudes y conductas ante la fe para vivirla entre las dificultades y oposiciones de una sociedad materialista, hedonista, en la que – añadió – «la fe se desvanece en aquellas personas que tan sólo fijan su atención en el dinero».

«Muchas gracias por vuestra acogida sincera, cordial, creyente». «Te basta mi gracia» – como decía el apóstol San Pablo – es el lema que ha elegido para su misión episcopal, para disipar los temores y emprender su nueva etapa desde sus sentimientos de pequeñez y debilidad, pero con plena confianza en la gracia, la fuerza de Dios, y la entrega y colaboración que pidió a todos los sorianos.

El reloj marcaba las nueve de la tarde. Los asistentes emocionados hacían cola para besar por vez primera su anillo episcopal. Se había disipado la tormenta. Afuera podía contemplarse el cielo azul en el crepúsculo de la tarde fresca y serena mientras comenzaban a despertar las luces de neón en la capital soriana.

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