La Cruz y el Icono regalados por Juan Pablo II a los jóvenes llegan a la Diócesis de Osma-Soria en los próximos días. Del 10 al 12 de octubre, los dos símbolos de las Jornadas Mundiales de la Juventud recorrerán la geografía soriana, visitando los pueblos y parroquias más grandes, para reunir a su alrededor a tantos hombres y mujeres -jóvenes, adultos y mayores- que, en palabras de los organizadores de los actos para esos días, «han descubierto la locura de la cruz de Cristo y saben reconocer en el Crucificado al Resucitado que llena de vida y alegría sus vidas».
La Cruz y el Icono llegarán a la Diócesis el día 10 de octubre por la mañana procedente de la Archidiócesis de Burgos. A las nueve y media de la mañana ambos símbolos serán recibidos en la parroquia de San Leonardo de Yagüe. Allí habrá un sencillo acto de recepción y se tendrá el rezo de laudes.
Sobre las once de la mañana, la Cruz y el Icono de María llegarán a la ciudad de Soria, a la Concatedral de San Pedro. Desde allí, media hora después, serán trasladados al Monasterio de Santo Domingo, donde la Cruz y el Icono quedarán expuestos hasta las cuatro de la tarde cuando partirán para Almazán. En Almazán, durante toda la tarde, se tendrán momentos de oración y la celebración eucarística antes de que la Cruz y el Icono partan hacia Ágreda.
En la localidad de Ágreda, en torno a las ocho y media de la tarde y una vez hayan llegado los dos símbolos, se celebrará un Vía Crucis. Al finalizar, la Cruz y el Icono quedarán toda la noche en el Monasterio de la Purísima Concepción, de las MM. Concepcionistas, para orar ante ellos. Al día siguiente por la mañana, 11 de octubre, se tendrá un momento de oración y se celebrará la Eucaristía ante la Cruz y el Icono.
A mediodía, ambos símbolos de las Jornadas Mundiales de la Juventud llegarán nuevamente a la ciudad de Soria, concretamente a la iglesia del Convento de los PP. Carmelitas. Allí quedarán expuestos hasta las cinco de la tarde cuando dé comienzo, por todas las calles de la ciudad, un solemne Vía Crucis que concluirá en la parroquia de El Salvador. Será en esta parroquia donde, desde las nueve de la noche, se desarrollará una vigilia de oración durante toda la noche.
En la mañana del día de la Virgen del Pilar, 12 de octubre, en torno a las nueve de la mañana, se despedirá la Cruz y el Icono que partirán hacia la Villa episcopal de El Burgo de Osma, donde llegarán a las once de la mañana al Monasterio de San José, de las MM. Carmelitas. Allí permanecerá hasta media tarde cuando la Cruz y el Icono sean llevados a la S. I. Catedral para tener la celebración de despedida de ambos símbolos presidida por el Obispo de Osma-Soria, Mons. Gerardo Melgar Viciosa.
Al finalizar la celebración en la Seo burgense, la Cruz y el Icono serán entregados a los jóvenes de la Diócesis de Ávila.
La Cruz y el Icono de María
Al comienzo del Año Santo de la Redención (1983-1984) el Santo Padre Juan Pablo II se dio cuenta de que en la Basílica de San Pedro del Vaticano, en Roma, faltaba una cruz alta que atrajera la mirada de quien allí rezaba. Para paliar esta falta hizo colocar en el Altar de la Confesión una gran cruz de madera de varios metros de largo.
El día de la clausura del Año Santo, el Domingo de Pascua de 1984, el Papa entregó esta cruz a los jóvenes del Centro San Lorenzo, de Roma, y les dijo: «Al acabar el Año Santo os confío el signo de este año jubilar: la Cruz de Cristo. Llevadla al mundo como signo del amor de Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo, el Señor muerto y resucitado, hay salvación y redención» (Roma, 22 de abril de 1984). Los jóvenes acogieron el deseo del Santo Padre y la han hecho recorrer el mundo entero.
Casi veinte años más tarde, en 2003, al final de la Misa de Domingo de Ramos, el mismo Juan Pablo II quiso regalar a los jóvenes una copia del Icono de María Salus Populi Romani diciéndoles: «A la delegación que ha venido de Alemania le entrego hoy también el Icono de María. De ahora en adelante, juntamente con la Cruz, este Icono acompañará las Jornadas Mundiales de la Juventud. Será signo de la presencia materna de María junto a los jóvenes, llamados, como el apóstol san Juan, a acogerla en su vida» (Ángelus, 13 de abril de 2003).