El 15 de mayo la Iglesia ha celebrado la memoria litúrgica de San Isidro labrador. Santo madrileño, patrono de la capital de España y de otros lugares, ciudades e instituciones en el mundo rural y sus asociaciones.
En la Diócesis de Osma-Soria la inmensa mayoría de las parroquias diocesanas han honrado la fiesta del santo labriego con solemnes eucaristías, procesiones con la imagen de San Isidro y otros actos de piedad.
Así, por ejemplo, en la Villa episcopal de El Burgo de Osma el Obispo diocesano, Mons. Gerardo Melgar Viciosa, ha presidido en la iglesia del Convento de los PP. Carmelitas de la localidad la Santa Misa en honor de San Isidro labrador. Con él han concelebrado el párroco burgense, Emiliano del Cura Escurín, y el prior del convento carmelita, fr. José Manuel Arribas. Han asistido numerosas autoridades locales del ámbito civil y militar así como numeroso grupo de labradores y personas relacionadas con el trabajo del campo.
Tras la solemne concelebración eucarística ha tenido lugar la procesión con la imagen del santo desde el Convento del Carmen hasta la Ermita de San Antón.
San Isidro es un santo muy querido y popular. Consta que nació en Madrid a finales del siglo XI, en cuya parroquia de «San Andrés» fue bautizado. Contrajo matrimonio en Torrelaguna, sierra norte de Madrid, con María de la Cabeza, que era oriunda de la vecina Caraquiz, ya en tierras de Guadalajara. Trabajó como jornalero en la vega del río Manzanares y murió muy anciano. La leyenda narra que tal era su capacidad mística de oración y el favor con que contaba de lo Alto que mientras Isidro permanecía en oración los mismos ángeles bajaban del cielo a realizar la labor.
Y así, tanto él como su esposa, María de la Cabeza, alcanzaron la santidad, que es reconocida como tal en el libro de los santos de la Iglesia.
Como afirma un periodista del ámbito religioso nacional, «en tiempos de zozobra para la institución familiar, ante leyes que cercenan su identidad, naturaleza y misión, San Isidro labrador y su esposa, Santa María de la Cabeza, son testimonio de que el único matrimonio es el que se da entre un hombre y una mujer y son testigos, a su vez, de como el matrimonio y la familia se convierten en ámbitos aptos para la santidad a través del amor conyugal y familiar y de la vida cotidiana».
«En tiempos en que al trabajo se le ha querido presentar como alienador y explotador o, como ahora, como un mero trámite para ganar dinero, San Isidro labrador nos muestra el verdadero sentido cristiano del trabajo y sus inmensas posibilidades creadoras, salvadoras y evangelizadoras».
Por todo ello, por su vida de oración y de caridad, San Isidro labrador es un modelo y es un intercesor. A él se han encomendado hoy, de forma especial, el mundo rural y los agricultores.