Crónica primera peregrinación Hospitalidad de Lourdes

Del día 26 al 29 del pasado mes de junio, se celebró la 1ª  Peregrinación a Lourdes organizada por la Hospitalidad de Lourdes de la Diócesis de Osma-Soria.

 

Fue mucho más que un simple viaje: fue una experiencia de fe, entrega y fraternidad. Este año, como primera experiencia, la peregrinación ha contado con la especial tutela y guía de la Hospitalidad de Lourdes de La Rioja, que ha dirigido y coordinado cada momento, actividad y encuentro con esmero y dedicación, asegurando que peregrinos y enfermos, así como voluntarios y sanitarios y acompañantes viviésemos una experiencia única, marcada por la oración, los sacramentos y el cuidado y acompañamiento mutuo a los principales protagonistas: los enfermos.

 

Durante meses previos y tras la instauración oficial ya de la Hospitalidad de Lourdes en nuestra diócesis, la tan esperada peregrinación comenzó a prepararse de forma más intensa semanas antes, con reuniones informativas, organización de equipos y preparación espiritual. Los voluntarios, muchos de ellos, eran jóvenes ilusionados con tal proyecto destinado al cuidado y mimo especial del enfermo para atenderlo, tanto en lo físico, como en lo emocional y espiritual. Los sanitarios, por su parte, revisaron protocolos y prepararon todo el material necesario para garantizar el bienestar de los más vulnerables. Todo ello con los encuentros informativos que se realizaron también desde Logroño y en espíritu de constante sinodalidad eclesial, y de los que tuvimos posibilidad de beneficiarnos desde Soria.

 

Ya desde la salida de Soria el ambiente del viaje era de ilusión y recogimiento. Los enfermos, algunos de ellos con movilidad muy reducida, eran asistidos por los voluntarios, que les ayudaban a acomodarse y les transmitían tranquilidad y alegría. El viaje, aunque largo, estuvo marcado por cantos, rezos y la compañía fraterna que caracteriza a esta hospitalidad.

 

La llegada a Lourdes fue emocionante. El Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, con su imponente basílica y la gruta de las apariciones, recibía a los peregrinos con su habitual atmósfera de paz y recogimiento. Los voluntarios de la Hospitalidad de Lourdes de La Rioja, experimentados y siempre atentos, organizaron la acogida y el alojamiento, asegurándose de que cada enfermo estuviera cómodo y bien atendido. Desde el primer momento, se respiraba un ambiente de familia y cercanía. Los lazos entre los participantes se estrechaban con gestos sencillos: una sonrisa, una mano tendida, una palabra de aliento. El cansancio del viaje se disipaba ante la emoción de estar en un lugar tan especial, donde la Virgen María se apareció a Santa Bernardita y donde, desde entonces, millones de personas han encontrado consuelo y esperanza.

 

Uno de los pilares, por decir, el más importante de la peregrinación, es el cuidado integral de los enfermos. Los voluntarios, identificados con sus uniformes, se encargaban de ayudar en todo momento: desde el aseo personal y la alimentación, hasta el acompañamiento en las celebraciones y procesiones. Los sanitarios, por su parte, vigilaban la salud de los peregrinos, administraban medicación y atendían cualquier incidencia con profesionalidad y cariño. No faltaron los momentos de dificultad: alguna caída, episodios de cansancio o ansiedad, pequeñas dolencias… Pero siempre hubo una respuesta rápida y eficaz, y, sobre todo, una actitud de servicio y entrega que convertía cada contratiempo en una oportunidad para crecer en generosidad y amor evangélico al prójimo.

 

La vida espiritual fue el eje central de la peregrinación. Cada día comenzaba con la oración de la mañana, en la que se encomendaba la jornada a la Virgen y se pedía por las intenciones de todos los presentes, especialmente por los enfermos y sus familias. Las celebraciones eucarísticas fueron el corazón de la experiencia. La Misa internacional, celebrada en la Basílica de San Pío X junto a peregrinos de todo el mundo, fue especialmente emotiva. El sonido de los cánticos en diferentes idiomas, la comunión de corazones y la presencia de tantos enfermos y voluntarios, creaban una atmósfera de verdadera Iglesia universal. No faltaron los momentos de adoración al Santísimo, el rezo del Rosario en la Gruta, la procesión de antorchas y la procesión eucarística, en las que los enfermos ocupaban un lugar central. Muchos de ellos, a pesar de sus limitaciones, participaron activamente, rezando, cantando y ofreciendo sus sufrimientos por las intenciones de la Iglesia y del mundo. El sacramento de la reconciliación fue otro de los momentos fuertes. Sacerdotes de la Hospitalidad de Lourdes de La Rioja y de Osma-Soria estuvieron disponibles para confesar y acompañar espiritualmente a los peregrinos. Fueron muchos los corazones renovados que salieron de esos encuentros con la misericordia de Dios. Así como la celebración comunitaria de la Unción de los Enfermos; en un ambiente de profundo recogimiento, los sacerdotes ungieron a los enfermos, recordándoles que Cristo está especialmente cerca de quienes sufren en el cuerpo o en el espíritu. Fue un momento de gran consuelo, en el que muchos experimentaron la paz y la fortaleza que solo Dios puede dar.

 

Uno de los momentos más esperados fue la visita ya anunciada a Lourdes de nuestro Obispo D. Abilio, que como un peregrino más y a la par como el pastor de nuestra diócesis, nos acompañó a todos los allí reunidos y en especial a los peregrinos de Osma Soria; de igual forma otros obispos de España y otros países también se hicieron presentes y cercanos con sus diócesis de referencia. La  presencia en Lourdes de D. Abilio, así como las palabras de aliento y la participación en cada uno de los actos que se vivieron allí, junto a la celebración de la Eucaristía,  sirvieron de referente de esperanza, de amor y de comunión eclesial en el sentir más auténtico de lo que estaba suponiendo esta primera peregrinación a Lourdes por parte de nuestra Hospitalidad. Desde estas líneas parta también nuestro sincero y profundo agradecimiento por su presencia, gratuidad y aliento esperanzador que solo un pastor entregado puede dar.

 

La peregrinación fue también un tiempo para compartir experiencias y testimonios. En las tardes, después de las celebraciones, se organizaban encuentros en los que los peregrinos podían expresar lo que estaban viviendo. Muchos enfermos agradecieron la dedicación de los voluntarios y sanitarios, y compartieron cómo la fe les ayudaba a sobrellevar sus dificultades. Los voluntarios, por su parte, confesaron que recibían mucho más de lo que daban. El contacto con el sufrimiento, la alegría de servir y la experiencia de comunidad les ayudaba a crecer como personas y como cristianos. Los sanitarios, acostumbrados a trabajar en entornos hospitalarios, destacaron el ambiente de fraternidad y el sentido de trascendencia que se vivía en Lourdes.

 

De la misma forma a destacar y a agradecer en estos días, el papel tan importante y a la vez generoso, desprendido y alegre de nuestro consiliario diocesano para la Hospitalidad de Lourdes en Osma-Soria, el P. José Antonio Ines. Con él nos sentimos siempre atendidos y queridos;  y por su sacerdocio que entrega tan generosamente, nos vimos cuidados espiritualmente en todo momento; a la par conocer en la cercanía su persona, su amor también por el pastoreo y su entrega desde una alegría serena, hicieron que ahora nos sintamos orgullosos de tenerlo entre los que formamos esta Hospitalidad de Osma- Soria y comprometidos con la gran familia de la Hospitalidad.

 

Al finalizar la peregrinación, en los últimos encuentros allí en el Hospital, se vivieron momentos especialmente emotivos, por ello queremos hacernos eco del sentir agradecido de cada uno de los que vivimos en primera persona dicha peregrinación, o bien los se quedaron en sus casas, sin poder viajar, ofreciendo oraciones y sacrificios para que todo fuera bien en esta preciosa experiencia.

 

Por ello damos gracias mediante estas líneas a:

 

  • En primer lugar, y porque dan el verdadero sentido a dicha peregrinación, dar gracias a los enfermos, por su testimonio de fe, esperanza y fortaleza. Por enseñarnos a valorar lo esencial y a confiar en Dios incluso en medio del sufrimiento.

 

  • A los voluntarios, por su entrega generosa, su alegría y su capacidad de estar siempre disponibles para ayudar.

 

  • A los sanitarios, por su profesionalidad, su humanidad y su cercanía, cuidando de cada detalle y velando por la salud de todos.

 

  • A los sacerdotes, por su acompañamiento espiritual, su cercanía y su disponibilidad para administrar los sacramentos.

 

  • A la Hospitalidad de Lourdes de La Rioja, por su liderazgo, su organización y su ejemplo de servicio desinteresado; tanto hemos aprendido de ellos que estaremos eternamente agradecidos por las vidas de estos hermanos en la fe.

 

  • A las familias y a todos los que, desde la distancia, rezaron y apoyaron la peregrinación.

 

 

Y, sobre todo, a Dios y a Nuestra Madre la Virgen de Lourdes, por haber hecho posible este encuentro, por las gracias recibidas y por la experiencia de comunión y fraternidad vivida.

 

El regreso a casa estuvo marcado por la alegría y la gratitud. Muchos peregrinos expresaban que volvían diferentes, con el corazón renovado y con el deseo de seguir viviendo el espíritu de Lourdes en su día a día: cuidando a los que sufren, rezando unos por otros y manteniendo viva la llama de la fe y la esperanza. La peregrinación no termina al llegar a casa. Como recordó el Cardenal Juan José Omeya en la misa de despedida, «Lourdes es una escuela de amor, y ahora nos toca llevar lo aprendido a nuestros hogares, parroquias y comunidades».

 

La peregrinación de la Hospitalidad de Enfermos de la Diócesis de Osma-Soria a Lourdes, guiada por la Hospitalidad de Lourdes de La Rioja, ha sido una experiencia transformadora. Ha sido un tiempo de gracia, de encuentro con Dios y con los hermanos, de servicio y de alegría. En Lourdes, todos —enfermos, voluntarios, sanitarios, sacerdotes— hemos experimentado la cercanía de la Virgen y la fuerza de la comunidad. Hemos aprendido que, incluso en medio del dolor, se puede vivir con esperanza y alegría, y que el servicio a los demás es el camino más seguro para encontrar a Dios. Que la Virgen de Lourdes nos siga acompañando a todos, y que el espíritu de hospitalidad y servicio siga creciendo en nuestras comunidades. ¡Gracias a todos y gracias a Dios!

 

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