El nuevo Dicasterio vaticano para la promoción humana integral de la persona, en su Comisión de pastoral de la salud, ha querido destacar en la Jornada mundial del enfermo de este año el valor de la gratuidad en la entrega al cuidado de los enfermos, como reconocimiento del don recibido. De ahí que se nos proponga el texto de Mt 10, 8: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. En España, la Campaña del enfermo (el 11 de febrero y el VI Domingo de Pascua que será el 26 de mayo), acogiendo este lema, la centramos en el voluntariado en la pastoral de la salud. Es necesario hacer una reflexión en la importancia del voluntariado y la necesidad de animar a más personas en esta dirección. La aportación del voluntariado en la acción caritativa de la Iglesia se hace cada vez más importante. La caridad cristiana implica la respuesta a una necesidad concreta: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. (cfr. Mt 25, 31ss). Y cada vez hay más personas enfermas y solas a las que atender.
Hemos de volver nuestra mirada a hombres y mujeres que son un auténtico modelo de vivir esta caridad y animar a otras muchas a dedicarse en un voluntariado a realizar este servicio con los enfermos y quienes les cuidan. Como nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje para esta Jornada, la figura de la Santa Madre Teresa de Calcuta es un modelo de caridad que hizo visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos. Y esta Campaña es una excelente ocasión para hacerlo. Al mismo tiempo, se hace imprescindible una adecuada formación del voluntariado para que pueda desarrollar su misión eclesial del mejor modo. Es muy importante que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo su esplendor y no se diluya en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes. Es preciso tener en cuenta la necesidad de reflexionar sobre los medios para esta formación, que no puede ser únicamente técnica.
Quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer las cosas del modo más adecuado. Pero esto no es suficiente porque se trata de personas y éstas necesitan una atención que sea no sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad, una atención cordial. Esto supone distinguirse por su dedicación al enfermo con una atención que sale del corazón. Se hace necesaria una formación del corazón para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Habremos, por tanto, de cuidar esta dimensión de la formación para que los voluntarios sean hombres y mujeres movidos, ante todo, por el amor de Cristo; personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo (cfr. Benedicto XVI, Deus caritas est, 31-33). En este sentido continuamos desde la Delegación de pastoral de la salud y tercera edad con la formación continuada del voluntariado los terceros miércoles de cada mes en la Casa diocesana a las 18 h.
Dado que las necesidades de los enfermos y sus cuidadores son muy diversas y, además, hay modos muy diversos de realizar la labor del voluntario en pastoral de la salud, se hace necesario fomentar la capacidad para trabajar en equipo y ser capaces de reconocer cuánto de bueno hay en los modos de hacer y en la tarea del otro. Hace falta, ante todo, promover una espiritualidad de la comunión (Programación diocesana 2018-19, Salid a los caminos en comunión) que supone fomentar la capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece, que es “de los míos”; se trata de ver todo lo que hay de positivo en el otro para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios, rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad (cfr. San Juan Pablo II, Novo Millenio 43).